De idealista a defensora de valores: Una historia de integridad en la publicidad

Vengo con un defecto de fábrica o fallo en la Matrix, como lo quieras llamar. Soy una idealista e inconformista desde que tengo uso de razón. Jamás he logrado entender por qué había tantas injusticias en el mundo, tanta desigualdad, pobreza, hambre, guerras, contaminación… De niña mi abuela me llamaba “la abogada de los pleitos pobres”, porque no entendía cómo cosas que me parecían tan sencillas de resolver solo con buena voluntad por parte de la gente, le parecían imposibles a los adultos. 

Decidí estudiar publicidad porque creía que no solo iba a poder aprovechar todas mis habilidades artísticas, sino que iba a cambiar el mundo. 

«Como futura publicista estoy concienciada del poder que ejerce la publicidad sobre los espectadores. Soy consciente de la gran responsabilidad que tenemos como creadores de tendencias y educadores. Y estoy dispuesta a hacer todo lo posible para crear campañas con fuerza, sentido, impacto y utilidad social. Si los publicistas nos lo propusiéramos, la publicidad sería espectacular y educativa»

Extracto del cierre de un trabajo de la universidad por el que recibí un 10.

Pero en cuanto comencé a trabajar en agencias de publicidad, todo mi mundo de valores y optimismo se derrumbó por completo. El día a día se limitaba a correr como si no hubiera mañana, apagando fuegos que sólo quemaban el bolsillo del cliente. Pero todo mi ser colapsó el día que recibí el siguiente briefing:

«Este medicamento ha tenido la patente durante 10 años. Se le ha acabado la patente y ha salido el genérico, que es más barato y tiene menos efectos secundarios. Pensad en la forma de seguir vendiendo este medicamento a los médicos.”

Bloqueé mi creatividad para no usarla en perjuicio de nadie, lo cual me llevó a hundirme lentamente en una espiral de desesperación y ansiedad que estuvo a punto de llevarme a tomar antidepresivos. Dejé la publicidad para no volver nunca más, pero parece que la vida me ha ido retando una y otra vez a volver, para que tome una decisión diferente. 

Esa decisión fue dejar de trabajar por dinero y recuperar esos valores que tengo grabados a fuego en lo más profundo de mí. En España tenemos el Código de Conducta de Autocontrol de la Publicidad, administrado por la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial (Autocontrol). Entre sus 32 principios se encuentra cuestiones éticas y prácticas relacionadas con la publicidad como: la veracidad y exactitud, el cumplimiento de la ley, el respeto a la dignidad humana, la protección de menores y la honestidad y transparencia en cuanto a la identidad del anunciante y el propósito comercial del mensaje. 

Pero mi experiencia profesional es que siempre hay pequeños vacíos legales y éticos que son los que se suelen traspasar muy fácilmente. Es por eso, que he decidido crear mi breve pero esencial código ético personal

  1. La coherencia interna es sagrada. Que cada uno de tus actos esté en sintonía con tus valores. Es mejor perder un cliente que perderte a ti misma por el camino.
  2. El consumidor final es la prioridad, no el cliente que paga la campaña. ¿De verdad le aporta algún beneficio real? ¿Va a mejorar su salud, su economía, sus relaciones o su vida en general? Si no aporta nada significativo, no colabores.
  3. Los daños colaterales son inaceptables. ¿Cuál es el precio real que estamos pagando por crear este producto? Contaminación, explotación laboral, injusticia social, destrucción medioambiental, coacciones, guerras… que la inconsciencia de otros no apague la tuya. 
  4. La publicidad debe ser creativa, no destructiva. La creatividad consiste en amar tanto la vida, que haces todo lo posible por embellecerla. Aporta tu grano de arena para crear el mundo que merecemos todos. 
  5. Un buen equipo es vital. Rodéate de personas con tus mismos valores, con las que disfrutes su compañía, que sean vitaminas que te impulsen a sacar lo mejor de ti y con quienes compartas equitativamente esfuerzos y beneficios. Si no ganáis todos, no juegues ese partido.
  6. Por encima de todo, diviértete. Hay muchas formas de ganar dinero, pero la única manera de poder ayudar a los demás y hacer algo significativo es que realmente disfrutes el proceso. Si no es divertido, cambia de rumbo

Creo que menos es más. Sigo pensando que los adultos nos complicamos demasiado con principios, normas y listados eternos, cuando de verdad las cosas son muy sencillas de resolver cuando se tiene una pizca de buena voluntad.